¿Te cuento como vivo yo, en parte, la Navidad? Mola, de verdad.
Imagina que vas andando por la calle una tarde cualquiera antes de Nochebuena. La gente ha invadido las calles iluminadas por la decoración. Todo el mundo busca algo especial para regalar. O para quitarse el muerto de encima, que también pasa. También.
Vas mirando el escaparate de una tienda de ropa al tiempo que piensas en el juguete tan caro que ya se ha agotado. Te gustaría regalar a tus familiares y a tus amigos algo especialmente sincero, auténtico que dicen los yanquis. Pero, en tu interior, sabes que nada de lo que puedas comprar podrá reflejar el sentimiento que esas personas especiales te transmiten.
Para mamá, unos pendientes. A papá un jersey, o un paquete de puros, que es ecológico. A mi hermano, un cachivache sin sentido. A la abuela, el socorrido pañuelo. Dios, esta Navidad huele a gasto, no a ternura. Para calmar tu conciencia, decides comprar algo en Medicus Mundi, o en el Centro de Comercio Justo. Pero, aunque te satisface, será más de lo mismo. Comprar, comprar, comprar.
Y, en eso, ves una pareja de locos caminar por la acera. Como para no fijarse en ellos. Los mira todo el mundo. Algunos los miran con disimulo. Otros descaradamente. La chica lleva un candil ¡ENCENDIDO! El chico, una bolsa. Por las formas que adoptan los pliegues de plástico, sabes que dentro lleva muchas velas. Se les ve felices. No parecen molestos ni satisfechos de que las gente los mire. Se paran junto a un portal y llaman al timbre. En seguida se abre la puerta y una señora, de mediana edad, sale a la puerta con una vela en la mano.
Se saludan con un par de besos. Hablan, riendo sinceramente.
Pasan al portal y cierran la puerta, pero se ve que se han quedado dentro. Te acercas, cargado de bolsas a mirar. Con una vela finita, de esas que se reparten en las iglesias, la chica coge la Luz del candil y enciende la vela de la señora, que parece emocionarse. Se vuelven a besar, y se despiden.
“El primer domingo de adviento –el tiempo que precede a la Navidad, más o menos un mes- se enciende una vela en la llama que permanentemente brilla en la ermita de Belén, en Nazaret. Esa vela encendida comienza una peregrinación por toda Europa, encendiendo, a su paso miles de velas, que a su vez encenderán otras tantas.
La idea es que el día de Nochebuena, la Luz de Belén presida nuestras cenas, en casa, en los hospitales, en los sitios donde la Esperanza pueda manifestarse en algo tan sencillo como una llamita. Cada año, la Luz transmite calor, iluminación, alegría… y también paz, ternura, compañía, cercanía y humildad.
Llevar la Luz a mi casa, a mis amigos, a cualquiera que la pida, nos hace sentirnos parte de una cadena de Esperanza. No es un regalo más. Es el regalo. Cuando llevamos la Luz a una parroquia, nos sentimos contentos, porque de allí la gente la llevará a otros sitios, siempre como un regalo, como un beso. Cuando la llevamos a casa de nuestros familiares y amigos, es nuestro corazón y nuestra fe lo que llevamos. Es decir, con este gesto, que esperamos que nunca falte la Luz en la vida de aquellos que más nos importan”.
La Luz ha llegado a Albacete. El día 22, sábado, a las 19.30, se entregará en la Parroquia de Santa Teresa a todo el que la quiera recoger.
Si no puedes ir, y la quieres, escríbeme un mensaje a mi correo particular lgonmartinez@yahoo.es y yo te la daré.
RECUERDA: es gratis. Es un regalo. Es distinto. Es tierna. Es la Luz.
Lucio.
Imagina que vas andando por la calle una tarde cualquiera antes de Nochebuena. La gente ha invadido las calles iluminadas por la decoración. Todo el mundo busca algo especial para regalar. O para quitarse el muerto de encima, que también pasa. También.
Vas mirando el escaparate de una tienda de ropa al tiempo que piensas en el juguete tan caro que ya se ha agotado. Te gustaría regalar a tus familiares y a tus amigos algo especialmente sincero, auténtico que dicen los yanquis. Pero, en tu interior, sabes que nada de lo que puedas comprar podrá reflejar el sentimiento que esas personas especiales te transmiten.
Para mamá, unos pendientes. A papá un jersey, o un paquete de puros, que es ecológico. A mi hermano, un cachivache sin sentido. A la abuela, el socorrido pañuelo. Dios, esta Navidad huele a gasto, no a ternura. Para calmar tu conciencia, decides comprar algo en Medicus Mundi, o en el Centro de Comercio Justo. Pero, aunque te satisface, será más de lo mismo. Comprar, comprar, comprar.
Y, en eso, ves una pareja de locos caminar por la acera. Como para no fijarse en ellos. Los mira todo el mundo. Algunos los miran con disimulo. Otros descaradamente. La chica lleva un candil ¡ENCENDIDO! El chico, una bolsa. Por las formas que adoptan los pliegues de plástico, sabes que dentro lleva muchas velas. Se les ve felices. No parecen molestos ni satisfechos de que las gente los mire. Se paran junto a un portal y llaman al timbre. En seguida se abre la puerta y una señora, de mediana edad, sale a la puerta con una vela en la mano.
Se saludan con un par de besos. Hablan, riendo sinceramente.
Pasan al portal y cierran la puerta, pero se ve que se han quedado dentro. Te acercas, cargado de bolsas a mirar. Con una vela finita, de esas que se reparten en las iglesias, la chica coge la Luz del candil y enciende la vela de la señora, que parece emocionarse. Se vuelven a besar, y se despiden.
“El primer domingo de adviento –el tiempo que precede a la Navidad, más o menos un mes- se enciende una vela en la llama que permanentemente brilla en la ermita de Belén, en Nazaret. Esa vela encendida comienza una peregrinación por toda Europa, encendiendo, a su paso miles de velas, que a su vez encenderán otras tantas.
La idea es que el día de Nochebuena, la Luz de Belén presida nuestras cenas, en casa, en los hospitales, en los sitios donde la Esperanza pueda manifestarse en algo tan sencillo como una llamita. Cada año, la Luz transmite calor, iluminación, alegría… y también paz, ternura, compañía, cercanía y humildad.
Llevar la Luz a mi casa, a mis amigos, a cualquiera que la pida, nos hace sentirnos parte de una cadena de Esperanza. No es un regalo más. Es el regalo. Cuando llevamos la Luz a una parroquia, nos sentimos contentos, porque de allí la gente la llevará a otros sitios, siempre como un regalo, como un beso. Cuando la llevamos a casa de nuestros familiares y amigos, es nuestro corazón y nuestra fe lo que llevamos. Es decir, con este gesto, que esperamos que nunca falte la Luz en la vida de aquellos que más nos importan”.
La Luz ha llegado a Albacete. El día 22, sábado, a las 19.30, se entregará en la Parroquia de Santa Teresa a todo el que la quiera recoger.
Si no puedes ir, y la quieres, escríbeme un mensaje a mi correo particular lgonmartinez@yahoo.es y yo te la daré.
RECUERDA: es gratis. Es un regalo. Es distinto. Es tierna. Es la Luz.
Lucio.