jueves, 3 de enero de 2008

Viaje a Toledo, antes de fin de año.

El viernes 28, día de los inocentes, sí, pero sin miedo, cogimos el coche a eso de las cuatro de la tarde y nos pusimos en marcha a Toledo. Unas gestiones con la Federación regional de Esgrima fueron la excusa perfecta para pasar un fin de semana entre las calles y la historia de la ciudad imperial.

Antes de llegar a nuestro destino principal, nos plantamos en Camuñas, en la forja de un armero de los de antes, a dejarle una de mis espadas para que me la repasara, y a que me arreglase, con un par de martillazos la otra. Ambas espadas, Tesón y Truncatemores, son obra suya, y puedo dar fe de su resistencia y manejabilidad.

Tras esta parada “de emergencia” seguimos caminos hasta Toledo, donde llegamos a eso de las ocho, más o menos. Lo primero, dirigirnos al Convento, en busca de Mazapán elaborado por las hermanitas. Pero mira tú que nos lo encontramos ya cerrado. Así que fuimos al hostal a dejar nuestras cosas, pues era buena hora para ello.

Luego pasamos el resto de la tarde en casa de Helio, que nos enseñó toda su colección de armas. Helio es mi Maestro de Armas, el Presidente de la Federación Regional de Esgrima, un coleccionista emperdernido, un amante de la esgrima y un amigo. Su museo particular tiene desde armas deportivas con historia a réplicas de armas de película, réplicas históricas, armas negras para esgrima antigua, recreación y espectáculos y verdaderas armas, antigüedades que le han llegado por herencia familiar o que él mismo ha comprado.
Es un conversador incansable, con lo que disfrutamos toda la velada. Tras la cena, nos fuimos a acostar, ya que al día siguiente había que trabajar.

Nos levantamos relativamente temprano (para lo que es un sábado, claro) y nos fuimos al Convento, que esta vez sí que estaba abierto. Tras la celosía nos saludó un alegre y cantarín “Ave María Purísima” que respondimos con el consabido “Sin pecado concebida”. Compramos mazapán para nuestros padres y hermanos y nos dirigimos a casa de Helio. Mientras discutiámos numerosos detalles de las elecciones regionales, Rakel se entretenía con Lucas o leía un librito que, prudentemente, había cogido de nuestro estudio en Albacete.

Al acabar esta jornada, Helio nos llevó a comer al restaurante la Muralla, donde degustamos un excelente cochinillo.

Tras la siesta de rigor, y el trabajo de la tarde, fuimos a visitar Toledo guiados por Helio. Las callejas oscuras y los portalones nos trasladaron a otros tiempos, a otras eras. En cualquier momento, un grupo de matasietes podían salirnos al paso, amenazarnos con su fierros, acuchillarnos con sus dagas.

Tras su trabajo como Cicerone, Helio se fue a casa a cenar y a seguir trabajando, y nos dejó recorrer el casco antiguo a nuestra bola. Terminamos cenando en el restaurante bohemio, una pizza que estaba para derretirnos el paladar y un vino Cuné de muerte. En el obligado paseo para bajar la cena, nos paramos en la puerta del Sol y en la de Bisagra, antes de llegar al hostal.

Por la mañana, tras desayunar con Helio y rematar el trabajo que nos había llevado a Toledo, nos dirigimos de nuevo al casco antiguo, a intentar ver San Juan de los Reyes, ya que en las anteriores ocasiones en que había estado en Toledo, por un motivo u otro, nos había sido imposible acceder.

Esta vez tuvimos suerte, y pudimos admirar con la calma que se merece el Claustro y la Iglesia. Otra vez, la historia nos llamaba desde cada rincón, desde cada figura, para transmitirnos la paz que solo los siglos que han pasado son capaces de depositar.

Nos entretuvimos en el café de la monjas, a reponer fuerzas y bajamos a comer con Helio antes de volver a nuestra tierra.

Aún volveremos por Toledo, a visitar las Sinagogas, la Casa del Greco y a recorrer sus calles intentado capturar en alguna esquina a Bécquer paseando al atardecer mientras imagina alguna de las leyendas que esta ciudad le inspiró.

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